lunes, 19 de marzo de 2012

Entrega #1

Canciones Yolofas



ETERNO PRESENTE

Por cierto, ya tengo el lugar, sí, frente al mar:
entre la canción arrulladora del viento y el mágico contoneo de palmeras.
Sí, Justo la extensión requerida:
ni del inmenso absoluto que obnubile, ni del ancho sórdido que ahogue.
En una de sus partes colocaremos la lluvia perenne
y su riachuelo  juguetón bordeado de mangos.
En otra parte, el perpetuo sol playero, apenas separándose del horizonte.
Más al fondo, la noche de luna llena.
En cada ambiente, una casa con su balcón
diseñadas de tal manera, que la brisa fresca siempre te encuentre       
cuando traiga canciones que el mar te mande.
Permaneceremos juntos, en perfecta conjugación de los sentidos
sin vivir bajo la égida del tiempo.
Es decir, eliminaríamos las inquietantes esperas
cuando queramos tocar el agua de la nube constante,
adueñarnos del naciente día, o imbuirnos en la noche clara:
sólo bastaría con movernos un poco.
Tal vez la piel deje de envejecer, y los ojos mantengan estable su vivacidad
en ese esencial e incomparable eterno presente. Sí, el tuyo y el mío.

LUZ Y ESPACIO

Si todas las miradas tocasen tus ojos, habrás de notar
que solo en las mias encontrarás, la luz que anhelas ver.
Si todos los espejos has de tocar
y tu mano se hundiese en uno de ellos, detente, no entres
aún si la curiosidad te invita
porque tus verdaderos espacios
serenos e iluminados
siempre estarán aquí conmigo.




Trayendo a colación


LA PRESENTADORA

Cuando el día recogía sus bártulos para darle paso a la noche, instalaban el radiecito; desde ese momento empezaba el goce del espíritu; nada material se asomaba, ni de lejos, en sus ambiciones; de los sentidos solo el oído quedaba abierto permitiendo la entrada del hermoso mundo de los sueños. La voz encantada iniciaba su faena entregando datos sobre farándula, después hacía un comentario corto para ambientar la balada que seguidamente dejaba sonar.

-He escrito algo.
-¿Algo?
-Sí… una poesía para Andrea Romo...   
    
Quienes los veían sentados en el piso de seguro pensaban que eran dos enamorados, sin embargo ellos simplemente usaban el lado amable de la vida, en su hora sagrada.

-…quisiera que la leyera.
-Un amigo la conoce… quizás por intermedio de él…
-Toma, entrégasela, y dile que haga todo lo posible…

El corazón latía al compás de cada palabra de la presentadora; para lo imaginado no existían fronteras, incluso, hasta los relojes perdían su oficio durante el programa.
Al día siguiente, antes del ritual de instalación del radiecito, la pregunta no se hizo esperar:

-¿Le entergaste la poesía a tu amigo?
-Sí, esta mañana.
-¿La llevaría?
-Me dijo que posiblemente en la tarde.
-¿Cómo saber?
-¿Humm?

Si algún hecho circunstancial hubiese alterado la paz espiritual durante el día, el radiecito se convertía en la cuchara con la cual se tomaban su medicina contra cualquier tensión, solamente lo encendían para el programa porque no querían contaminarlo según sus opiniones: las noticias las escuchaban en otro radio.

-La verdad…
-¡Espera!... esto va a comenzar.

“¡Hola, les habla Andrea Romo!... y tengo licencia para hacerles pasar la hora más feliz del día. Daré comienzo al programa de hoy leyéndoles una poesía que me ha cautivado. Fue escrita por alguien a quien no conozco pero desde ya puede caminar por los senderos de mi sincera amistad… ¡de cierto, me tocó las emociones!, espero que a ustedes también les guste, presten atención:
Tu voz me llegó en tibio anochecer
lúcida y diciente, su huella ha sabido dejar.
He querido hablarte, colocar mis ideas a la intemperie
en el cauce de tu razón.
He querido ser canción, diluir tu silencio en horas de desvelo
y aún, en abruptos senderos, mi oído diligente sujetaré
al contoneo armonioso de tu voz.

¡Qué bueno, verdad?, sé que esa persona me está escuchando, le hago una invitación especial para que mañana me acompañe aquí en el programa…”.

-¡Uuso niño, ni que te hubieras diseñado la vida!
-Tra, traeme un vaso de agua.

El alma estaba exitada, en consecuencia el sueño no vino esa noche; pensaba en ella y la veía envuelta en una luz tenue que la hacía distante; se le ocurrieron miles de cosas hasta cuando no pudo más y se levantó, tomó un lápiz, un papel arrugado donde en la tarde intentó plasmar una chispa de ingenio, solo que las ideas no se dejaron concatenar, y empezó a hilvanar palabras. Entre borrones, cuando el sol se apropiaba del entorno, se podía leer: “Colocaremos gustosos, nuestras metas en el infinito, así no tendremos, límites al volar”; más abajo: “Amores pasados, importantes en su tiempo. Tú, eres hoy, la importancia presente. Te miro y lo siento, te toco y ya no pienso”.

Esa mañana, sin haber dormido, el aislamiento fue total; por primera vez, desde cuando adquirió el hábito, la lectura matinal dejó de seducirle, le importó poco que a la altura del libro por donde dobló la pagina el día anterior, el ‘Imperio Romano’ viviera su época de mayor esplendor, ni que ya el “Tú también Brutus, hijo mio”, se estuviera fraguado. Lo importante era el sentimiento: creía tener el extracto de la felicidad; pero como toda felicidad sujeta a una fuente subjetiva, objetiva es la sombra que la ronda, sabía que el roce con aquella realidad podría ser desfavorable, tanto así de quedar sin realidad alguna, diferente al vacío.

Al acercarse la anhelada hora, sacó la ropa para vestirse, le temblaban tanto las manos que todo cuanto agarraba parecía tomar vida; pensó en llevar el Algebra de Baldor para presumir, no obstante desechó la idea; el perfume del hermano que muchas veces se había aplicado a escondidas, ahora le parecía un torturador de olfato. Cuando estuvo listo salió, se dirigió a la casa del radiecito en donde lo esperaban, le hicieron ver que estaba bien para la ocasión, además:

-Anoche soñé que una mujer te jalaba por un brazo y yo, por el otro.
-Yo, por el contrario, no he dormido nada.
-Mira… ¡cómo son las cosa!, ¿ah?
-Las piernas se me tornan desobedientes.
-Apúrate, tienes el tiempo justo.
-¿Y si al contactar resulta que la esencia es otra y lo percibido proviene de una fachada?... Entiende, no se trata de que la esté encasillando entre las bellas y tema por cualquier asomo de fealdad, o ante la eventualidad de un desenvolvimiento sin la elegancia que afecta, eso no es determinante. Es factible, también, que sumergida en su mundo, solo emerja para obsequiarme un trato ceremonial e insensible: en tales circunstancias saldría despojado, y así, sin motivación, en lo sucesivo tendría que seguir escuchando el programa en el radio de las noticias.
-¡Piensa, existe la posibilidad de que las cosas sean para bién.
-¿Cómo sucedió con el Edificio Palma?
- Siento que tienes una bonita oprtunidad, ¡aprovéchala!
-No, no debemos permitir que el azar señale nuestros caminos, mejor saca el radiecito.




Palabras en el columpio




Los vehículos necesitan varias clases de líquidos para funcionar bien; la risa es a la vida el equivalente a los lubricantes.

Ella canta bién, eso dice, además, alega que sus únicos enredos son por culpa de las revoluciones por minuto. El profesor de música siempre le decía: “modúlate mujer de Dios, aquí no es quien primero termine”.

Problema que se soluciona con dinero no es problema. El verdadero problema es conseguir el dinero.

¿Qué habrá querido decir Confucio con, “el hombre que al llegar a los cuarenta años no se ha dado a conocer, no es digno de que se le mire con respeto”? Esa edad debe ser mágica y determinante, porque las mujeres también tienen su tema con los hombres que a los cuarenta aún no se han casado.

Oiga señor, hágame el favor de tocar ese cable… sí el de la derecha. ¿Ya? ¿No sintió nada?... ¡ah, entonces el que tiene corriente es el otro!... ¡gracias!




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