CANCIONES YOLOFAS
DESPROPORCIONALIDAD
Una gota de felicidad de un lado
copiosa lluvia de tribulaciones del otro.
¿Son esas tus obvias matemáticas?
Vaya, cuan desbalanceada estas.
Moviste tus labios, me pareció ver
que en ellos proyectabas una sonrisa.
Cuanta indiferencia en compensación
sigo confuso, tus lógicas no encajan.
COMO EL NYLON
Te documentas previa y profusamentey siempre señalas el tema a tertuliar.
Esa deshonesta e infecunda acción
es sin dudas, clara erudición sintética.
COHONESTACIÓN
Nuestra rutina pasa muy por altolo que no bien engrana.
Invisibiliza con displicencia
ciertas razones imperfectas.
Esto, hasta cuando ojos diferentes
para bien, nos hacen caer en cuenta.
ENTRADA Y SALIDA
Lo que viene, ha de entrar al presente.Lo que se fue, salió del presente.
El presente: tiempo iluminado.
Con futuro y sin pasado, estamos empezando.
Con pasado y sin futuro, hemos terminado.
El futuro es la fuente, el presente la vida.
El pasado: tiempo que estuvo iluminado.
HISTORIAS QUE DESASOSIEGAN
Antes corríamos el uno hacia el otro. Ahora, de manera invariable tengo que llegar hasta donde te encuentres. Es que tu corazón se volvió de metal y pareciera que alguien estuviese manipulando el imán. De ser así, de manera invariable tendrás que llegar hasta donde él se encuentre. Se te olvidará, en todo caso, que aún nosotros podríamos correr el uno hacía el otro.Toda mentira es hija de una verdad. Ella hace del negar a la madre, su sólido fundamento.
Si cesare el canto de las balas, aun así el silencio tampoco tendrá cabida porque inmediatamente detrás del último zumbido, la vida copará todos los espacios entonando su himno.
Sabía de antemano que estos no eran los tiempos; todavía queda mucho amor esparcido esperando quien lo recoja. Cuando éste se agote, ya todo será posible.
Trayendo a colación
¿EVOLUCIÓN O INVOLUCIÓN?
Dos eran las casas, una de esquina. Dos eran los patios, sin cercas divisorias siempre un gran espacio disfrutamos: estaba alto el tamarindo, frondosa la bonga, florido el jardín de las tías y nuestra infancia hacía parte del entorno… ¡huy, casi se me olvida!… yo si ando… ¿cómo se dice?... abstraído. Sí, esa es la palabra. Es que cada rincón estaba anegado con el amor de los abuelos y había vida a plenitud. Tanto que es por donde he debido empezar este relato.En ocasiones las narraciones versaban sobre fantasmas. Sugestionados, después los encontrábamos en los cuartos vacíos en donde ellos nunca estuvieron, aun así lograban alterarnos el ánimo. En esas circunstancias la abuela terciaba amorosa para hacernos el respectivo enjuague mental. Los consabidos purgantes hacían parte del amor incondicional. Cuando leí de Shakespeare que a veces para hacer el bien hay que hacer un poco de mal, no sé por qué me imaginé que pudo haberse basado en posibles experiencias con el bendito aceite de ricinos, aunque la frase aparezca actuando en otro escenario. En noches claras se hacía mención frecuente del señor que se puso a contar las estrellas y cuando iba por cincuenta quedó paralizado. Esa historia me marcó de tal manera que el primer desengaño amoroso me llevó a dejar rezagada esa cifra en un conteo desesperado.
Durábamos bañándonos en la ciénaga casi toda la mañana. Volvíamos para la hora del almuerzo. Los tíos, alcahuetas ellos, patrocinaban las travesuras de sus sobrinos queridos para mantener viva esa fuente de esparcimientos. En los días que corren, las cosas se hacen pensadas para no desfasarnos con el presupuesto. Que si al medio día carne de res, en la tarde puré de papas. Que si a reposar en la sala debajo del abanico, en los cuartos los focos deben estar apagados. Allá lo teníamos todo y nunca se nos ocurrió pensar de donde salían tantas comodidades ni la manera en que se costeaban. Lo más lindo, el día en que llegábamos; lo más triste la víspera de la partida. Así era nuestra estancia en la casa de los abuelos durante las vacaciones. En el pecho todavía llevo la marca en forma de corazón que me dejó El Molinillo. Éste era un caballo viejo que ya no podía ni con sus propios huesos, sin embargo se constituyó en uno de los mejores pasatiempos de la incansable ‘nietera’. El abuelo nos lo reservaba exclusivamente para nuestro solaz y, cuando no en la ciénaga, mayormente el resto del tiempo jugando con El Molinillo. El día aciago estaba detrás azuzándolo, el primo que iba montado lo puyó con no sé qué, y… ¡tenga para que se entretenga! Duré privado sólo algunos segundos pero la cicatriz me ha acompañado durante el resto de mi vida como recordatorio de que en un tiempo fui inmensamente feliz. Es decir, acuérdate por siempre que ya viviste tu ración de felicidad asignada y ahora ante la adversidad, pues, simplemente no te quejes tanto.
Una es la casa, modesto su patio. Hay un palo de uvas playeras y uno de calabazo. Así es la casa de mis padres. Los hijos de mis hermanos y los míos, a diferencia de nosotros, disfrutan de menos espacios en sus juegos; sin embargo, suelen pasarlo de maravillas los fines de semanas. Es común ver a los varones montados en el palo cogiendo uvas, o encima del techo volando cometas. También, por supuesto, jugando a fútbol al frente de la casa. Las hembras en sus juegos de niñas, amparadas por la sombra del calabazo. De vez en vez les acondicionamos una piscina de las que se inflan y ahí pasan la mayor parte del día. Un domingo cualquiera tocó subirme al techo para llamarle seriamente la atención a uno de los sobrinos que estaba volando cometa, porque en la última entrega de calificaciones escolares resultó perdiendo siete materias. “Ya eso está superado tío, este mes me está yendo bien, sólo llevo perdidas tres”, me dijo.
No es una casa, es un apartamento. No hay patio, caballo, ni uvas playeras. En su defecto estoy acondicionando un cuarto cuya misión es que se mantenga vigente ateniéndonos a lo último en computación y permita así, adecuada navegación por la web. Además muchos vídeo juegos y un televisor de pantalla gigante para mis nietos. Eso. Sí, eso es lo que les puedo ofrecer a mis nietos cuando crezcan y vengan a visitar a sus abuelos. La idea es que ellos siempre quieran acompañarnos y se sientan cómodos aun sin patio donde correr. Visto desde el ángulo de la visita a los abuelos, da la impresión que los músculos estuvieran cediéndole, de generación en generación, toda su actividad al cerebro.
PALABRAS EN EL COLUMPIO
La
esperanza: primera luz que penetra en cada sombra que le nace al
alma.
Hoy desperté con los cables cruzados: besé al perro y le rasqué la cabeza a mi amantísima esposa. ¿Se habrá visto antes, semejante desaguisado? Las mujeres se hacen las desentendidas pero tienen todo bajo control… ¿No?... y entonces ¿por qué me gruñó?... ¿ah?
Cuando podías no lo hiciste, ahora que ya no puedes lo prometes.
Cómo se nota que nunca has jugado ajedrez. Te lo repito, las fichas de dominó son las que se revuelven antes de cada partida.
Parrandeamos en la terraza y guardamos los libros debajo de la cama. Ellos hacen exactamente lo contrario. En el fondo es la misma esencia, pero vista por encimita se ve diferente, y… ¡cómo se engañan creyendo que los engañados somos nosotros!
De todas las edades del universo me interesa más ésta; es la que estoy viviendo.
Se me ocurrió algo tan ingenioso que salí inmediatamente a buscar un espejo para admirarme.
Hoy desperté con los cables cruzados: besé al perro y le rasqué la cabeza a mi amantísima esposa. ¿Se habrá visto antes, semejante desaguisado? Las mujeres se hacen las desentendidas pero tienen todo bajo control… ¿No?... y entonces ¿por qué me gruñó?... ¿ah?
Cuando podías no lo hiciste, ahora que ya no puedes lo prometes.
Cómo se nota que nunca has jugado ajedrez. Te lo repito, las fichas de dominó son las que se revuelven antes de cada partida.
Parrandeamos en la terraza y guardamos los libros debajo de la cama. Ellos hacen exactamente lo contrario. En el fondo es la misma esencia, pero vista por encimita se ve diferente, y… ¡cómo se engañan creyendo que los engañados somos nosotros!
De todas las edades del universo me interesa más ésta; es la que estoy viviendo.
Se me ocurrió algo tan ingenioso que salí inmediatamente a buscar un espejo para admirarme.
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