CANCIONES YOLOFAS
DUDAS CIRCUNSTANCIALES
Eres, la
idea seductora
que consolida al artista.
Brisa suave, melodía relajante.
que consolida al artista.
Brisa suave, melodía relajante.
Si
tus labios rozan mi piel
dejan la razón en espera
el tacto, lenguaje asentido.
dejan la razón en espera
el tacto, lenguaje asentido.
A
la postre empezamos a vivir
ese momento de galanura tal
que en esencia nos pone a dudar
si de verdad lo estamos viviendo.
ese momento de galanura tal
que en esencia nos pone a dudar
si de verdad lo estamos viviendo.
TOQUE MÁGICO
Me ha nacido, contemplar esta lluvia
aún si me retraso con mis deberes.
aún si me retraso con mis deberes.
Obsequiaré
a mi vida, elegante detalle
que haya bosques, donde hay desierto.
que haya bosques, donde hay desierto.
Llevando
todo el trabajo siempre al día
son muchas las exaltaciones acopiadas.
son muchas las exaltaciones acopiadas.
De
igual manera he saciado la vanidad
de igual manera, sucumbo lentamente.
de igual manera, sucumbo lentamente.
Hoy,
estoy cultivando los sentimientos
y dándole un toque mágico al mineral.
y dándole un toque mágico al mineral.
ENTREGAS CASI NADA
Me
obsequiaste tres frases
te he devuelto cientos.
En contra prestación
ahora me castigas
con tu siglo de silencio.
te he devuelto cientos.
En contra prestación
ahora me castigas
con tu siglo de silencio.
REQUERIMIENTOS
Has
puesto duras condiciones, acepto
no estoy en la mejor posición para exigir.
Escogerás, según criterio, las dignas de estar
para ir completando el proyectado poemario.
De esas no son de las que te quiero hablar
aun cuando ya no estén, bajo mi égida integral.
no estoy en la mejor posición para exigir.
Escogerás, según criterio, las dignas de estar
para ir completando el proyectado poemario.
De esas no son de las que te quiero hablar
aun cuando ya no estén, bajo mi égida integral.
Son
las otras, las que en realidad interesan
esas, desestimadas, sin calor en tu aprecio.
Espero me sean devueltas, neutros tus gestos.
Ellas también son hijas mías, necesitan mil afectos.
Es el modo más sensato de alejarlas del olvido.
Tal vez vayan briosas, a praderas mejor abonadas
tal vez inunden de consuelo, cualquier alma vacía.
esas, desestimadas, sin calor en tu aprecio.
Espero me sean devueltas, neutros tus gestos.
Ellas también son hijas mías, necesitan mil afectos.
Es el modo más sensato de alejarlas del olvido.
Tal vez vayan briosas, a praderas mejor abonadas
tal vez inunden de consuelo, cualquier alma vacía.
PALABRAS
Tus palabras las llevo con diligencia
a lo más agraciado del corazón.
Las otras, inanes, van a pernoctar
donde el tiempo las quiera archivar.
a lo más agraciado del corazón.
Las otras, inanes, van a pernoctar
donde el tiempo las quiera archivar.
HISTORIAS QUE DESASOSIEGAN
El mañana de
tu promesa, nunca ha estado relacionado ni por casualidad, en la
fuente de donde se surte el presente.
¿A
qué se dedican los ángeles protectores, los domingos por la tarde?
Me
acostumbré a verte sentada en el tocador, exigiéndole con ademanes
elegantes, complacencia a tu pelo; mientras me sonreías a través
del espejo. Ahora, en el cuarto vacío, siento que son dos las que ya
no están y espero... espero, paciente, que entres por la puerta;
espero, impaciente, que salgas del espejo.
El
poeta no es toda la persona, es verdad entre verdades; en la persona
alterada, de cierto, el poeta no se encuentra.
Trayendo a colación
PARTE DE LA PRIMERA PARTE DE UNA NOVELA EN PROCESO
“Espera
a quien te los reciba, o espera el llamado”. Fui uno de los
llamados. Al cenáculo de Taganga, los escogidos teníamos que
presentarnos con los papeles plastificados. La gran reunión está
prevista para dentro de tres meses, nos otorgaron esta semana de
convivencia a manera de ambientación. La idea, según entiendo, es
que haya una mejor compenetración entre nosotros. En el segundo día nos dimos cuenta que solo dos de los papeles
plastificados eran comunes en todas las talegas, el que decía:
“Espera a quien te los reciba, o espera el llamado” y el de,
“Entregué tu vida y su tiempo a la medida, con los sentidos, el
sentimiento y la razón. La fuerza del espíritu la irá llenando,
ante ti los caminos que has de emprender. He ahí el discernimiento y
la fuerza en tu juventud, grandes tesoros que habrás de
administrar…”. Los demás papeles no coincidían.
“¿Que
vieron ustedes, que no vimos nosotros?”, preguntó la doctora
haciendo alusión al compañero despedido ayer. El fabricante de
metáforas le contestó: “todo está sincronizado de tal manera que
no cabe desviación en tal sentido, menos para beneficiar a una
persona en detrimento de otras”. Refiriéndose a la disertación
del expulsado profesor de filosofía.
La
muchacha de las enciclopedias nos reunió en la tarde. Inicialmente
el fabricante de metáforas nos dirigió cortas palabras a manera de
introducción y después le cedió el turno. Ella, segura de sí
misma, habló en el tono de los que dan amorosos consejos: “sé que
están desconcertados, son gajes de la preparación. Ellos llegan, se
ganan la confianza, anotan preferencias de cada uno de ustedes,
después actúan los verdaderos ilusionistas, pululan las
tentaciones. La idea es sabotear, y miren que sus adiestrados
sentidos no fueron capaces de detectar al lobo, cada vez son más
audaces. Ya no habrá tamices, ustedes finalmente son los escogidos
y, en adelante, viene una etapa de preparación más rígida”.
Luego procedió a leernos de un libro: “Ni engaña ni asusta, es
fuerza reguladora. Ni especie ni oblación, es la palabra armonía.
Crea tu espacio, llénalo de bien, sentirás la presencia, sentirás
la mejora. Crea tu espacio, llénalo de manera extraña, sentirás en
mil años aun, sentirás paralización. Podrás ostentar riquezas, no
es el laurel convenido. El éxito a modo de peldaño, reside en la
evolución espiritual. No trastoca nada, el cambio lo gesta en ti.
Analiza la vida y notarás, notarás que no transita sola. Todo es
elemental armonía, porque existe fuerza reguladora”. Lo leído,
sin omitir nada, es igual a lo que reza uno de mis papeles
plastificados.
La
muchacha de las enciclopedias pregunta quien tiene el papel leído.
Yo levanto el brazo lentamente mirando a todos los presentes
esperando las instrucciones para proceder. Precisamente el del brazo
levantado, por tener el papel leído, debía presentarse al frente
para describir el proceso de cómo se dieron los hechos de la
notificación final. Me dirijo al frente, trato de aclarar la voz
carraspeando, busco la mirada de la doctora en busca del apoyo
motivante y comienzo el relato:
“Antes
de la muerte de mi padre yo sabía sobre el cierre del puesto de
trabajo donde me desempeñaba, quedaba, pues, en el aire. Después
supe que esta noticia agravó la precaria salud del ‘viejo’. Es
posible que haya incidido hasta el punto de adelantarle la partida.
Cuando mi hermano mayor me comentó que él le había dicho, dos días
antes de morir, que dicha noticia la sintió en el lado izquierdo del
pecho, empecé a sentir cierto complejo de culpa. La última vez que
lo vi con vida fue en la clínica, una tarde de un viernes llegué
hasta su camilla, él tenía los ojos cerrados, al sentir la
presencia los abrió, hizo descomunal esfuerzo para mostrarme, idea
que copaba su mente, el marcapasos; lo tenía localizado cerca del
cuello. ‘Están haciéndome pruebas para la ubicación definitiva’,
dijo con mucha dificultad pasándose la mano abierta por el pecho en
señal de que allí, en cualquier lugar del pecho, quedaría
colocado... ¡Dios, ahora caigo en cuenta que fueron las últimas
palabras que le escuché! Le recomendé que evitara hablar, me miró
tratando de precisar algo. Volvió a cerrar los ojos, ladeó la
cabeza y la acomodó en la almohada. Sentí que ya no me iba
perteneciendo, fuerzas superiores lo estaban conquistando. Los
apuntes chistosos que llevaba escrito para levantarle el ánimo
quedaron sin actuar. Mi anterior visita le dejó tantas esperanzas de
vida que posteriormente los médicos dijeron que evidenciaba cierta
mejoría, porque pude acomodar algo de buen humor en su titilante
corazón. En esta ocasión fue diferente, los nuevos apuntes no
estimularon a nadie porque no alcanzaron a ser leídos, por el
contrario, me quebraron el alma al no poder cumplir su cometido y los
volví a guardar en el bolsillo de la camisa.
El
día siguiente, sábado, estábamos reunidos varios hermanos, el
ambiente estaba tenso, las miradas perdidas. Sonó el celular de
Juan, mientras éste hablaba iba cambiando de color y los ojos se
extralimitaban de órbita, luego cerró la llamada y se dirigió
hacia mí, ‘están tratando de reanimarlo con las máquinas,
está…’, desgranó unos suspiros entrecortados e hizo un esfuerzo
para concluir, ‘se nos’…, el llanto terminó dominando las
palabras. Sentí que la hora desafortunada, la que está latente
desde que nacemos, le había llegado a mi padre.
El
sentimiento inmediato derivado del hecho fatal fue mentiroso, quedé
lelo percibiendo el mundo en cámara lenta. Tomé una actitud que tal
vez insinuaba falta de amor hacia el ser desaparecido. Me senté solo
sin articular palabra, mientras dentro de mi pecho un viento opresor
buscaba la salida que sólo el llanto proporciona. ¡Los hombres no
lloran!, nos han enseñado toda la vida a los varones del Caribe,
¡mentiras!, el llanto alivia los dolores del alma, nos deja
despresurizados y sin peligros de infarto. También por supuesto,
alivia los dolores físicos que es a donde me imagino, va dirigido el
absurdo consejo, porque es de varones aguantar el dolor físico. El
verdadero sentimiento por la perdida de mi padre afloró de a poco
cuando empecé a encontrar vacíos los espacios que él
frecuentaba.
La
táctica empleada por el Director de Producción, verdadera fuente de
aquella impresión en el lado izquierdo del pecho de mi padre, fue
que mí salida de la empresa diera la apariencia de retiro
voluntario. Me mandó para Plato trasladado sin auxilio económico
extra. Sabía que quedaba acorralado y presupuestó la pronta
solicitud de arreglo. De hecho, a los dos meses lo hice pero él se
encontraba de vacaciones y el Jefe de personal no quiso
comprometerse. Quedé pospuesto hasta su reintegro. Llegó de sus
merecidas vacaciones, sólo que para encontrar la carta de retiro por
los abusos cometidos en ejercicio de sus funciones. En el fondo de mi
alma sabía que el ser honesto sí pagaba y de eso estaba lleno mi
proceder. La gente buena de la empresa aprovechó la oportunidad y
fui reubicado en Barranquilla.
Si
ustedes preguntasen cual ha sido la peor etapa de mi vida he de
contestarles que preciso, la comprendida entre el anuncio del cierre
del puesto de trabajo y la noticia del retorno a la base. Durante
todo ese tiempo viví con el ánimo a ras de piso, empezando porque
la inminencia de quedar cesante coincidió con el agravamiento del
‘viejo’, después la muerte de él, y ahí mismo el traslado a
Plato; además, primer adiós huérfano de, ‘las fuerzas de mis
brazos siguen siendo tuyas, no dudes un instante cuando necesites de
su protección’, palabras que siempre mermaban la congoja inherente
a las despedidas. La felicidad plena y lo que sentí en Plato son
sentimientos absolutamente opuestos. Gozando momentos felices, el
alma actúa como la atarraya que se abre antes de entrar al agua,
mientras que el otro extremo la transforma en puño cerrado, oculta
la palma de la mano, existe la eventualidad de cualquier fuerza
siniestra. Pasada esa difícil etapa, ya instalado en el nuevo puesto
de trabajo, recibí una llamada, “La cita es en Taganga, espera más
detalles”.
La
muchacha de las enciclopedias solicita una pausa para degustar el refrigerio que reposa en una mesa grande adornada con flores
naturales, “en quince minutos continuaremos”, agrega. Mientras yo
saboreo una almojábana de Campeche, la doctora me dice, al tiempo
que da pequeños sorbos a su jugo de mandarina, “has debido ser
escritor”.
Quien
levanta el brazo en esta ocasión es la doctora. Ella abandona el
puesto dirigiéndose al frente con la elegancia innata de los que
nacieron para adornar la vida: pecho erguido, barbilla algo
levantada y movimientos acompasados. Su contoneo llena de gracia mi
apreciación. Instintivamente me pongo de pie agudizando la vista
para cerciorarme que en realidad pisa el suelo al caminar. Miro a los
demás que la están mirando tratando de sopesar la reacción de cada
uno, todos la observan dentro del rango normal. Me da la sensación
que soy el único que la está mirando. Cuando llega al sitio
señalado da media vuelta, sus ojos color miel empiezan a buscar y se
parquean en mis ojos. Siento entonces la emoción más hermosa que
nos puede regalar la vida. No diré más al respecto... ¿Se acuerdan
de aquel pensamiento absurdo?
PALABRAS EN EL COLUMPIO
La
ignorancia con su terquedad por un lado; la sabiduría con su
razonamiento por el otro.
Ya
el mundo se compuso, ya todos vivimos bien… ¿de qué hablaré en
lo sucesivo, yo, discípulo de la inconformidad?
Comodidades
que incomodan.
Para
ser loco, solo basta que la gente así lo crea. Acomodarse la
guayabera por dentro, además de llevar corbata puesta, o trotar con
un cigarrillo encendido entre los labios dejando como huella una
serpiente de humo, no son hechos reveladores. Del otro lado de la
moneda he visto personas que quieren pasar por cuerdas, bien vestidas
y todo, aun así, sus miradas los traiciona.
Se
ha hecho la promesa tantas veces que ahora ni él mismo se cree.
¿Usted
es el responsable?
¿Yo?... ¿yo, por qué?
¡Ah, entonces es usted el irresponsable!
¿Yo?... ¿yo, por qué?
¡Ah, entonces es usted el irresponsable!
Por
su ineptitud nada hace bien. Eso sí, qué profesional de la excusa
hemos ganado.
Nota:
si Maya falla, el próximo año volveremos a estar en contacto.
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