domingo, 28 de octubre de 2012

Entrega #9


CANCIONES YOLOFAS













TRABAJO EN LA MENTE 

Que hermosa obra de arte 
esculpiste en mi mente.

Ningún artista me ha regalado
las emociones que experimento 
cuando cierro los ojos 
para poder contemplarla.

La expresión de tu mirada 
el gesto preferido 
todo quedó bien logrado.

Habitas los lugares donde estés 
también en todos los recuerdos.


VARIEDADES EN EL MOSTRADOR 

De despedida, reconcilio y traición. 
Los hay, que guardan un mundo de nobles sentimientos.

Algunos inertes, sonoros y silenciosos. 
Existen, que encubren tupidas selvas de torvos propósitos.

También, largos, cortos y apasionados. 
Tienen algunos, el sagrado sabor del perdón.

¿Qué silueta ostenta, la veta de besos localizada en tu corazón?


CAMINOS ESCOGIDOS 

Buscan, muchos, su bienestar perjudicando
vienen, fangos, a ensuciar la vida.

Encuentran, otros, su impulso ayudando
logran, esplendores, ornamentar la vida.


NEGACIÓN

El Nechí entrega ingenuo, sus aguas al Cauca.
Éste, sin nada a cambio ofrenda toda arma al gran Magdalena. 
Bocas de Cenizas es en esencia la desembocadura de muchos ríos. 
Las partes forman el todo
el todo, muy ingrato, niega las partes.


HISTORIAS QUE DESASOSIEGAN

Estaba esperando por una tarde propicia, para contarte las más bellas cosas; pensando, por ventura, que éramos los dueños del tiempo. Pero solo quedó el tiempo justo, para escuchar anonadado tu adiós… Perdón, quedó un poco más de tiempo, que en ti también gasté, cuando te ibas alejando.

Contemporaneidades providenciales: la de mis padres, la de mis abuelos…

Esas palabras, suplicantes por cierto, merecen oídos con un alto índice de sensibilidad.

Todo es movimiento: la adolescencia columpiándose con su mundo; la senectud tambaleándose con el suyo.

Alfa y omega tuvo nuestro primer encuentro; diáfano como un axioma, nuestra distancia también omega tendrá.

Trayendo a colación


EL SENDERO DE LOS SUEÑOS

Sabanas es de arena y tiene ciénaga; es caliente y amaña. El forastero que se enamora allá mire lo que está haciendo. Es sabido que al sabanero no le hace gracia el entrometimiento con sus mujeres y consienten sólo cuando están seguros que la cosa es en serio. Ellas también son felices con ellos, de hecho no dejan de acomodarle apodos a las novias que algunos sabaneros llevan para las fiestas de fin de año.

En ese pueblo del alma se ve cada cosa; ellos hacen bromas para que ellas se rían, aunque a veces se exceden. La chanza más sonada de los últimos tiempos fue durante un fin de semana; en la noche se metieron en los patios y recogieron toda la ropa interior femenina que colgaba de los alambres. El domingo hubo desconcierto, las mujeres del pueblo buscaban, rebuscaban y nada. Alguien corría por las arenosas calles gritando: “en la plaza, en la plaza”. Tímidamente fueron acercándose y al rato ya había un grupo numeroso de personas concentradas en dos líneas de alambre dulce que atravesaban la plaza exhibiendo pantaletas y sostenes de todos los colores y tamaños. Al comienzo nadie se atrevía hasta cuando llegó María, cuyas prendas eran nuevas y no le dio pena. Después Angélica, Minerva… Por supuesto que hubo reclamos: esa es mía, no mía. Cuando se calmaron los ánimos sólo quedaron colgadas tres pantaletas rotas, dos sostenes desgastados y la gente poniendo pereque: “¡mírala, se hace la boba!, ¡anda, cógelas sin pena!”. Así era Sabanas antes del torbellino; se puede decir que el pueblo retomaba su senda habitual. Atrás quedaron tiempos amargos donde el dolor fue más intenso que el sol que recibe Mercurio: perdonaron como sólo saben hacerlo los sabaneros.

El punto de quiebre de la tradicional armonía lo constituyó la noticia de que habían visto gente extraña por los lados de ‘Si Dios Quiere’. “Están armados”, fue el segundo campanazo. Una tarde nublada las personas extrañas entraron al pueblo, recorrieron sus calles sin hacer contacto con nadie y se marcharon por donde vinieron. Volvieron dos días después, esta vez llegaron a la tienda de Samuel y se aprovisionaron de comestibles, cancelando todo, inclusive dejaron propina. Se supo que eran guerrilleros y se habían aposentado en la finca ‘Mata de Caña’.Nosotros representamos el cambio de esta tierra olvidada, no más inequidad…”, fue parte del discurso cualquier día que reunieron a la gente en la plaza. Mientras unos hablaban, otros pegaban carteles que prohibían el uso del pelo largo y aretes en los hombres; exigían fidelidad conyugal y condenaban el abigeato. Antonio Villanueva, el dueño de la finca donde se establecieron, recibía día a día noticias nefastas de su administrador: “patrón, ‘Los muchachos’ pelaron una vaca ayer; patrón, la yegua de paso que le regaló su compadre Francisco la están utilizando para transportar agua; patrón, no me atrevo a decirle lo que hicieron esta mañana porque supe que usted estuvo internado en la clínica, pero mandan decirle que si no les hace llegar doscientos millones de pesos queman la finca; ¡patrona!, ¿es verdad lo del patrón?.

No era para menos, todos sus bienes fueron adquiridos de sol a sol y vivía con cierta tranquilidad pensando que sus hijos no pasarían por las que él pasó, hasta cuando llegaron esos “pela vacas”. Es entendible entonces, que por el paralelismo entre los planes de estudio del hijo mayor en el exterior y las malas noticias, el corazón sincero que amó con pasión a su familia no aguantó. Antes de expirar le dijo a la esposa: “nunca pensé que te fallaría…”, y aun después de varios años ella lo sigue llorando.

El ejército entró a Sabanas sin avisar, no hubo enfrentamiento alguno. De la guerrilla no se volvió a tener noticias. A la semana siguiente de haberse marchado los soldados, entraron tres camionetas con gente extraña fuertemente armadas. Se pensó que eran de los mismos de antes. Los diferenciaba que éstos, desde el primer día se hicieron sentir. En la madrugada siguiente a su llegada, tocaron a la puerta de la tienda y preguntaron por Samuel; éste, desde la puerta entreabierta contestó, “¿sí, a la orden?” Le señalaron ser auxiliar de la guerrilla y había escogido su destino. Cuando Samuel se dio cabal cuenta de la situación, les pidió un último deseo, “dejen despedirme de mis hijos, por favor”. Al mayor, de catorce años, lo abrazó con todas sus fuerzas y le dijo, “nunca pensé que te fallaría…” después de despedirse del resto de la familia fue escoltado hacia la salida del pueblo, aun tuvo tiempo de voltear la cara para encontrarse con la mirada inquieta del hijo mayor y quebrada la voz le dijo: “Tomás… Tomi… cuida la familia”. Nunca más se supo de él.

Pensar que de esa índole fueron apenas los vientos más serenos que soplaron por varios años, nadie puede decir haber visto sabanero alguno reír durante ese nefasto período. Quizás por eso las dueñas de las tres pantaletas rotas y los dos sostenes desgastados soportaron con estoicismo la pérdida: “ahí están y ahí se quedan”, pero eso sí, volvían los buenos tiempos; los mismos buenos tiempos de cuando la muchacha recién llegada de Barranquilla, en la verbena decembrina solicitó una canción de Los Bee Gee. Lo que suena en tales festejos es pura música vallenata, por eso el dueño del pick up, como no tenía nada parecido y a las derechas no sabía de que hablaba la señorita, bajó el volumen, tomó el micrófono y empezó a decir después de hacerle repetir varias veces el nombre del grupo, “aquí la muchacha nos solicita una canción de Los Bee Gee, mientras sabemos qué clase de música tocan ellos, la complaceré con un ‘vi-llí-nato’… muy de moda, por supuesto!”. El pueblo festejó la ocurrencia durante mucho tiempo: tal era el camino extraviado y gracias a Dios retornaba. De ambos bandos volvieron algunos miembros para quedarse, porque el modo de ser sabanero les enseñó el camino de la armonía.


PALABRAS EN EL COLUMPIO

















En un principio hizo Dios la risa; después el hombre lo condujo a que también creara el llanto.

Los buenos resultados de esta labor dependen, en gran medida, de que no se te ensucie el jabón.

cuando ella me dio el sí, acondicioné todo en tiempo record y al mes, ya nos estábamos casando; pues, pensé que se podía arrepentir. ¿Eso denota inseguridad, doctor?... ¿ah?

-Estás ofuscado, ¿qué sucede? 
-Es por Erasmo, ya no pide. Prácticamente exige.
-Pensar que es un eximio lector, y hasta habla bien el inglés. 
-Aun así, no deja de ser un incordio.
-¡Lo que hace el trago! Imagínate tú que en su afán de procurarse dinero, la otra vez se alió con un discapacitado que anda en silla de ruedas para salir temprano a recorrer las calles solicitando ayuda; luego se repartían lo recogido en partes iguales.
-¡Ahí está pintado!
-El caso es que les estaba yendo bien y mejorando...
-Entonces, ¿qué pasó?
-Que una vez llegó un gringo y él lo orientó. Cuando terminaron de hablar, el tipo le entregó un billete de veinte mil pesos, y éste, vivo entre los vivos, le dijo al socio que esa plata la había ganado por saber inglés y no por la sociedad que ellos tenían. El de la silla de ruedas le dijo, “olvídate del cuento, ya no me sacas más”.
-¿Se le dañó el negocio? 
-Sí, y ahora anda endulzando al ‘Mocho’ para rehacer la sociedad, pero éste le dice que ya encontró al socio ideal porque no sabe nada de inglés.

Si no tienes la herramienta para desarrollar el trabajo, fabrícala.

He intentado llegar a la perfección, mas, mis defectos siempre me lo han impedido.

jueves, 18 de octubre de 2012

Entrega #8


CANCIONES YOLOFAS















INCÓGNITA IMPORTANTE

Sé que te viví, mas no a donde has ido.
Sé que te viviré, mas no de donde vienes.
Nos brindas todo lo que somos
nos quitas todo lo que hemos sido.
Cuando te me acabes, tiempo
¿sabré la verdad sobre ti?
No es justo irme, determinante
sin haber comprendido.
Tiempo, tiempo, a propósito
¿qué preparaste para inducir mi partida?
Y si no manejas el cómo
quisiera me señalaras el cuando.


BORRON Y CUENTA NUEVA

Eres una página
con algo en ella escrito, triste al parecer.
Haré que olvides esa historia
si me prestas el resto
para escribir en ella, un himno de alegría.

ENTRE LO COMPLEJO Y LO SENCILLO

Quizás la vida sea tan compleja, que sólo una etapa estemos viviendo. Quizás la mente no dimensione, y la ciencia no se acerque a la respuesta. Pensar que toda vida tiene su muerte, el mismo destino los unos y los otros. ¿Será que lo llamado vida es muerte, y lo llamado muerte, vida ha de ser? Pero también, quizás la vida sea tan sencilla, que sólo tenga de vecinos, el nacer y el fenecer. 

ESCRIBIRLAS EN EL VIENTO

Ofréceme tus oídos mujer, para acomodar en ellos
las hermosas metáforas, que tus ojos me han inspirado.
Si no quieres que alguien más las perciba
sella mis labios con el roce de los tuyos, mujer
después de haberlas escuchado.

HISTORIAS QUE DESASOSIEGAN

Su dulce gesto seduce, la fui conquistando. Seduce pero tanto, me fui encelando. Preferí dejarla ir, no quise que apagara ese su encanto: el dulce gesto que seduce.

Las nostalgias son los alfileres con los cuales, pretendemos seguir adheridos al pasado.

Nunca pensé, que tu bonita sonrisa, escondiera este tormento que desgasta. Y este tormento que desgasta lentamente, ahora me roba la luz, de tu bonita sonrisa. A quien te contempla sonreír ahora quisiera aconsejarlo, si es que acepta. De seguro desconoce, el verdadero mundo agazapado, en tu encantadora sonrisa.

Comprendí que estaba vivo, apenas cuando te vi. Ornaste al instante, mi espacio y mi tiempo. Sin embargo, la vida volvió a palidecer; ya no es un mismo aire, el que oxigena nuestros cuerpos.


Trayendo a colación




OTRA PARTE DE LA PRIMERA PARTE DE UNA NOVELA EN PROCESO

A mí, muchas veces me han escogido para redactar informes pensando quizás que sé mucho de esto y vean, no más, el enredo en que estoy metido. Alguien con dos dedos de frente, a estas alturas ya estuviera poniendo los puntos sobre las ies, en cambio a mi siempre me ha resultado más sencillo desenredar una mata de patilla que tejer cualquier historia. ¡Pensar que algo vivido debería ser algo fácil de narrar! A veces no se ni por donde empezar. Además con ustedes presionando para luego adquirir el libro pirata; no me parece justo en lo más mínimo. Cómo tampoco me parece justo lo que le hice a Gregoria, ¡mi Goya que tanto amé! Sin ser cobarde, no tuve el valor de defender nuestro amor cuando sus padres me llamaron a relación: “consentimos, de hecho estamos gustosos, el problema es que ustedes los de la ciudad solo vienen a babearnos a nuestras muchachas”. ¡Si me hubieran visto ustedes, con afro y pantalones bota ancha! Aunque en realidad eso fue una especie de negociación, “¿que año cursas?”, me preguntaron en tono fuerte. “Cuarto de bachillerato”, les contesté en tono débil. “¿Que plazo pones para lo del matrimonio?”, volvieron al ataque. “A ver… en dos años termino el bachillerato, y seis de universidad, porque voy a estudiar una carrera que dura seis años; eso, sin meter los dos de tesis…”. El abuelo de Goya, ¡mi Gregoria amada!, me interrumpió: “¡no señor!, consentimos, pero que el matrimonió sea ya”. En San Basilio cuando se trata de matrimonio no le dan muchas largas a la cosa, ya están ustedes advertidos.

A Gregoria, ¡mi Goya del alma!, la conocí haciendo mis averiguaciones concernientes a los días en que Pepe se vio obligado a trocar la escuela por la cantina. El papá de ella fue precisamente el compañero de cantina, quien le decía, “aquí te mandó este papelito”, y al instante: “si supieran cuanto nos amamos, tal vez entenderían mejor las cosas”, y, “ oiga cantinero, tenga la gentileza de repetirlo”. Y el cantinero, “maestro, esa ciruela está muy alta, en cambio ahí está Eugenia al alcance de su mano”. La percepción de mi padre respecto a mamá en el sentido de haberla visto flotando, yo no la sentí con la hija de su compañero de parranda, si bien ella tenía un no sé qué en la mirada que me afectó profundamente. En la primera oportunidad le recité mirándola fijamente a los ojos, de manera coloquial, las palabras que supuestamente Pepe le había dicho a mamá: “me han dicho que me tienes viviendo en tus pensamientos”. “Presuntuoso tú, yo ni siquiera te conozco”, me contestó moviendo nerviosamente la mirada. ¿Por qué será que en el amor los rechazos atraen? Es decir, surten un efecto contrario. Goya, ¡mi Gregoria de los suspiros!, no se dejaba ver. Quise ser el maestro de cualquiera de sus ahijados para inventarme la coartada mágica, le hubiese enseñado sólo a sumar y en el examen lo hubiera puesto a dividir para obligarlo a traer acudiente, quien no podía ser nadie diferente a su madrina, o de lo contrario ‘perdería’ no sólo el año, sino hasta el siglo completo.

Mis tías de San Basilio organizaron un convite en una de las fincas; le dije a la Nena, alcahueta prima, que la invitara. “Si va el engreído ese, no voy yo”, le dijo sospechando la intención oculta, y no fue. La que sí estuvo fue la Eugenia de esta historia, e igual que Pepe en su época, yo también padecí los síntomas del enfermo de amor y no había caso, mi corazón estaba completamente copado por el desprecio de Gregoria, ¡mi Goya de los tormentos! No quedaba espacio, pues, ni para la felicidad que otras pudieran ofrecerme.

Fíjense como son las cosas, yo sufriendo hasta el desgaste y ni siquiera sospechaba que las plagiadas palabras que le había pronunciado, habían logrado soltar las amarras de sus sentimientos al instante. Ella, evitando la posible etiqueta de demasiado blanda, libró vehemente combate interno y de ahí su resistencia. Las fuerzas se le agotaron porque tuve que ir a Sabanas por algunos días y pensó que me había ido decepcionado. Regresé el primer día de fiestas. En la caseta estaba hablando precisamente de ella con la Nena cuando se acercó, “me dijeron que dejaste de ser tan engreído... ¿Bailamos?” Ya bailando: “para ser barranquillero, francamente no sabes bailar; me aguanto los pisotones porque estoy enamorada”. Las fiestas de San Basilio tienen su encanto. 

Si mamá nunca bailó, ¿cómo sería el primer contacto, consintiendo, de ella con Pepe? Esta fase pertenece al bache de que les hablé antes, por eso no sabré decirles. Imagino que el ahijado volvió a jugar un papel importante ahora en la dirección contraria. Nunca dijeron ni pío al respecto.

Las fiestas duraron cuatro días, los dos primeros prácticamente abrimos y cerramos el baile. Vivíamos nuestro mundo sin pensar que por fuera se encontraba la realidad acechando con todos sus aditamentos. De lógica, ese concentrado de envidia y mala fe que anida en ciertas personas nos arroyó, porque según, estábamos muy descarados… ¿Ah?... ¿Qué cuando fue eso? Déjame pensar… eso fue en plena guerra fría, mucho antes de la gran cumbre, Reagan, Gorbachov; antes, incluso, de que el Junior conquistara su primer título. De lo que si estoy seguro es que hacía ratos se había pronunciado la frase: “Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad”. De todas maneras Goya, ¡mi Gregoria amada!, fue llamada a relación: le impusieron la penitencia de no salir a la calle, “hasta que el ‘pelo letra de médico’ ese, no se haya ido del pueblo”. Sin conocer la medida tomada por sus padres, llegué a la caseta oliendo a fino porque un tío elegante se descuidó y me apliqué de su perfume. Apenas llegué, la Nena se me acercó para darme la noticia: “¡uuso niño, es que hueles a sabroso! Ve, no la dejaron salir por tu culpa”.

Lo buscado había sido encontrado, y de la mejor manera. Sentí lo que debió sentir Pepe. Esperaba que vinieran a trasladarme a otra caseta bien lejos, igual que a él trasladaron de escuela, para resistirme. No vinieron. Seguí el mismo camino de mi padre, me fui para la cantina con un primo que estaba peleado con su novia. Pedimos ron, solicité una canción añeja que parece dice: “si supieran cuanto nos amamos, tal vez entenderían mejor las cosas”. El cantinero dijo no saber de nada parecido. Encontramos, eso sí, una compuesta por Isaac Carrillo e interpretada por Colacho Mendoza: “ya no puedo volar como lo hacía de flor en flor, porque tú me quitaste las alas del pensamiento”. Después de desocupar varios frascos de licor, volvimos a la caseta.

Si mamá nunca bailó, para Pepe las cosas debieron ser más difíciles que para mí. El correo debió estar bastante activo. “papelito iba, papelito venía”, me dijo la única vez que le hice trampa: empecé hablándole sobre hechos anecdóticos del General Maza, cuando estaba embelesado lo fui arrinconando, haciéndome el inocente le dije que debía ser complicado el estar enamorado y no poder tocarle las manos a la novia, ni siquiera hablarle, ¿Pepe, como sería una relación así? Alcanzó a decirme lo de los papelitos; después se frenó en seco y ya no quiso seguir escuchándome cuando empecé a comentarle que el General obligó a los españoles capturados a decir Francisco, en mi intento por que pasara desapercibida mi osadía. Me puso la mano en el hombro y se fue alegando que ya iba a comenzar Kaliman. ¿Se acuerdan del radio rojo que nos regaló Anar Phoz?

La película mía en cambio se estaba filmando de forma sencilla, sin ningún sobresalto de peso, era hablar con los padres y eso bastaba, sólo que aun no estaba programado para tanta responsabilidad. Así meditaba sin prestarle atención a las bailadoras cuando ella se me plantó de frente: “esperé que mi papá se durmiera, no podía estar tranquila pensando que le pisabas los pies a otras, llévame para donde tú quieras”, me espetó. La cosa se puso seria, necesitaba la ayuda urgente de la Nena y a ella acudí. Eran las tres de la mañana y la Nena no había logrado convencerla de que se fuera para su casa, “no sé que vas a hacer conmigo, de aquí no me muevo”, decía ella. “Nena, entonces déjanos quedar en tu casa”, decía yo. “¡Estas loco!, ve Goya, vete antes que se levanten en tu casa, es mejor hacer las cosas con calma”, dijo desesperada porque notó que ahora era yo el que estaba perdiendo la cordura. Al fin Gregoria, ¡mi Goya del alivio!, claudicó y entró a su casa por un portillo del patio.

Al medio día La Nena fue a buscarme, me puso al tanto de todo: “el papá supo que ella se escapó anoche y que estuvo contigo en la caseta, la mandaron temprano para una finca que tienen por los lados del Playón de Orozco, aquí te dejó este papelito”. En el papel estaban las indicaciones de cómo llegar al lugar del destierro. No quise que lo supieran y a pie tomé solo el camino hacía Playón; había caminado un largo trecho, estaba pensando en la posibilidad de haberme equivocado de camino, quería regresar cuando divisé a un muchacho que venía en sentido contrario. Ya desesperado, le salí al encuentro. “¿Playón queda para allá?”, le pregunté. “Sí, para allá queda Playón”, me contestó. Estaba consciente de que el verdadero amor se edificaba sobre bases hechas a punta de sacrificios pero esto era demasiado, tres horas caminando, las esperanzas agotándose y el final del túnel parecía boca de lobo. Opté por sentarme a la sombra de una frondosa Ceiba, ya no pensaba en la amada sino en el trayecto de regreso. Aproximadamente media hora después de estar reposando la divisé, venía montada en una hermosa yegua. Al verme se tiró de la bestia y corrió hacia mí como en las películas mexicanas. Yo corrí hacia ella y nos abrazamos tan fuerte que ninguna fuerza podría separarnos. No diré más, aunque todo se sabrá si llegaren a leernos el capítulo que atañe a nuestras vidas cuando expiremos. ¿Se acuerdan de aquel pensamiento absurdo?

La mayor diferencia está en que Pepe se casó y fue feliz; mientras yo nunca fui librado de culpa, supuestamente no tuve el valor de amparar algo tan lindo. Ustedes dirán que estoy usando la posición más cómoda porque… “como ella no puede defenderse”. De todas maneras asumo las consecuencias y les presento la verdad objetiva: al muchacho que le pregunté si iba en el camino correcto, resultó ser el hermano de Gregoria, ¡mi Goya de los tormentos!, el que tuvo la misión de llevarla a la finca. Apenas hubo regresado le dijo al papá, “allá va el carajito ese”. Aquí tampoco hay comparativo alguno, toda vez que Pepe se presentó resuelto con un padrino, luego otro, y posteriormente con los dos. Así fue minando la resistencia hasta lograr el primer contacto directo. En mi caso fueron a buscarme. El viejo mando a dos hijos al anochecer, entre ellos estaba el que me había indicado el camino, lo reconocí y enseguida supe de las intenciones. “Tía Leti, aquí estos muchachos me solicitan”, ella comprendió y alertó a todo el que pudo. Allá, Pepe estaba decidido y tomó la iniciativa. Aquí, por el contrario, yo era requerido.

Cuando el abuelo de Goya, ¡mi Gregoria del desconsuelo!, dijo que estaban gustosos, pero para ya, noté un cambio de actitud, dejaron de presionarme, ella escuchaba atenta cada una de mis palabras, sus ojos imploraban, tuve ganas de abrazarla y de hecho iba a proceder. En esas, tía Leti entro en escena, “vamos, tú no tienes nada que hacer aquí”, dijo y me saco por el brazo. Al salir presencié el porqué del cambio de actitud, mis tíos y primos se peleaban cada espacio de la cerca para estar al tanto. A Gregoria, ¡mi Goya del olvido!, le pareció incorrecta mi salida sin definir nada y pasó de una dimensión a la otra: del gran amor, al gran odio. Le dijo a su papá, “no se preocupe más, estoy arrepentida de haberlo conocido”. En cambio, sin saber sobre esa posición radical, esperaba volver a verla, lo cual nunca se dio. Pepe encontró la felicidad en San Basilio, mientras yo tuve que irme a tocar mi música en otra parte. El destino tenía escrito que mis hijos tenían que nacer de otro vientre y en otra época, es mi convencimiento, aunque ustedes piensen que esa filosofía barata es producto de una conciencia bastante empachada.



PALABRAS EN EL COLUMPIO























Ochenta años para el universo, son apenas el tiempo de una vida humana; para esa misma vida humana, son todo un universo.

El alborotador crea el caos y se marcha. Su misión se cumple, asegurada la paga. Está, por conveniencia, contra los cambios.

Ella era la que trabajaba. Él, a todo honor, un vividor. Aun así, lo amaba hasta el delirio, por eso cada vez que lo llamaba por celular, un tanto celosa le decía, “prende la licuadora”; esto, para asegurarse de que él estuviera en casa. Obvio, la primera vez lo agarraron infraganti. En adelante él empezó a llevar la licuadora a todas partes. Les comento además que en el billar, ‘El Mono Canario’ le hacía la segunda imitando al pajarito de la casa. He ahí la película: timbraba el celular, apagaban la música, conectaban la licuadora, y cantaba el ‘pajarito’. Como la vida está diseñada para que no haya crimen perfecto, cualquier día ‘El Mono Canario’ se pasó de lo que fue, y cantó más de lo que no era. Ella con el sexto sentido alerta, notó la jugada, “viste, tú me estas engañando, ese no es el canario de la casa, cuando llegue hablamos”, le dijo. Moraleja: un canario pasado de lo que sea, puede dar al traste con lo sabroso de una vida.

Cayó en desgracia sin siquiera haber conocido la gracia.

-Señora, hágame el favor, ¿El Tunco se encuentra? 
 -¿Cual Tunco?... Él se llama Jorge... Jorge, para la próxima… ¿oyó? 
 -Perdón señora, si está Jorge, entonces… hágame el favor.
 -Así es, con respeto… Hey Tunco, aquí te buscan.

Si me vas a mirar, mírame bonito. O mejor, ni me mires. ¿Qué te has creído tú?

No son hijas de la edad, no señor, son canas genéticas.


domingo, 7 de octubre de 2012

Entrega #7


CANCIONES YOLOFAS















ECUACIONES ROTAS

Soy un diamante
estoy en el fondo del mar.
Ya no estaré con ellos
han extraviado el camino.
Los conocí a la perfección
los manejé a mi voluntad.
Corrompí al bueno
di motivos al malo.
La seguridad que inspiraba
en temor transformaba.
Mis dueños decían ser
mas, ellos eran míos.
Lo corta de sus vidas
conmigo alteraron.

ANALOGÍAS

Un cansado día de verano
sin atenuantes cayó vencido
dando paso a una joven noche.
Las estrellas salieron entonces
para sustentar el acontecimiento.
Pienso, luego, en los sentimientos
que este hecho me inspiraba.
Ahora, al tocar tu pelo
la tristeza es ese día
el amor es esta noche.

LA VOZ DE TU CORAZÓN

Los ojos cerrados
la piel predispuesta.
Sé que estas ahí
siento tu mirada tierna.
Afino el oído
no dices nada
pero vivo el milagro
de oír la melodiosa voz
de tu corazón enamorado.

HISTORIAS QUE DESASOSIEGAN

Aquí solíamos colocar nuestros sueños, aquí sobre el sardinel y debajo de un roble que ya no existe. Llegaron los tiempos marcados con términos para cumplir compromisos, y partimos. Los sueños se quedaron pasmados y la vida en adelante fue diferente a lo soñado. Hoy estoy sentado en el mismo sardinel, recordando que aquí solíamos colocar nuestros sueños y tú, quien sabe donde estarás, pensando, tal vez, que el roble aún obsequia su sombra.

Las mentiras inhiben, las verdades catalizan; tus dudas de hoy mañana pueda que no lo sean; y entonces sin ningún temor, usaremos las ansiadas cadenas invisibles.

Contemporaneidades fatales: García Lorca, Franco; John Lennon, Mark Chapman...

De volver al punto de partida, conservando la experiencia adquirida, ¿usarías la misma vía que te ofrendó este destino?

Verbo fluido que endulza, palabras que hacen blanco en la ingenuidad; hoy vemos sollozar a otra alma lacerada.


Trayendo a colación


OTRA PARTE DE LA PRIMERA PARTE DE UNA NOVELA EN PROCESO


Cómo quedará formado el pasado lo determina el presente, escogiendo entre las posibilidades que va ofreciendo el futuro, pero la historia es manejable aunque sean sólidos los hechos, y se construyen otros pasados con elementos de la mentira. Verdad objetiva solo existe una; verdades subjetivas, tantas y tan bien enmarañadas en el seno de las conveniencias. Son verdades subjetivas las que nacieron silvestres cuando mi abuelo de San Basilio empezó a perder poder político, y se regó mucha ceniza para tapar las verdades objetivas derivadas del liderazgo de ese insigne patriarca. Y fue así: el primer pueblo de la región que gozó de los beneficios de la energía eléctrica fue el de mamá, gracias al empeño de mi abuelo, quien diligenció ante la nación la planta eléctrica, el cableado y los postes para que sus coterráneos tuvieran el indispensable servicio. Eran los buenos tiempos, había luz artificial desde las seis de la tarde hasta las doce de la noche. Lo recuerdo con sombrero caña flecha en la primera página del principal periódico de nuestro Caribe. Y después fue así: los adversarios políticos empezaron organizándose, vinieron las consejas y muchos dejaron de pagar el servicio resultando imposible, llegado el momento, comprar el ACPM. Nadie diferente a los verdaderos amigos y a la familia recuerda que esa noble gesta fue de mi abuelo, quien se dolió de la manera intencionada y cruel como feneció algo que costó mucho sudor; hasta el local donde estuvo ubicada la planta fue demolido y sobre lo que quedó regaron cenizas.

Y fue así: fruto de la gestión desinteresada del prohombre que había en mi abuelo se construyó un confortable Puesto de Salud, ya estaban adelantadas las diligencias para dotarlo y ponerlo al servicio de la comunidad, empero se atravesaron las elecciones, en las cuales su gran amigo y benefactor perdió la curul en el Senado. Y después fue así: ¿la oposición ganadora, dotó y puso en funcionamiento la bella obra?... ¿Qué creyeron ustedes? No nos vamos a dejar, dijeron, y lo redujeron al lugar de retención de los borrachines busca pleitos. Haremos otro mejor, y con el tiempo, hasta piscina de olas tendrá, subrayaron. El pueblo deleitó la fama de tener dos Puestos de Salud, aunque ninguno funcionó como tal.

Tiempo después alguien escribió la historia de San Basilio y en el espacio que debió ocupar mi abuelo, colocó ídolos falsos y “la primera planta eléctrica de toda la región fue producto del ahínco de los nobles patricios que a continuación menciono…”. En su verdad subjetiva mencionó a muchos, inclusive a los que trajeron y regaron las cenizas, ignoró, eso sí, la verdad objetiva.

Y fue así: habiendo encontrado una veta de agua dulce en su finca San José, consiguió que la Gobernación le construyera un tanque elevado, le mandara no sé cuantos metros de tubería, una motobomba y en acción comunitaria, se acoplaron todos los componentes de tal suerte que él, ante el entusiasmo general, se encargó del costo de bombear el agua hacia el tanque, y luego por gravedad, las casas se surtían del preciado líquido. Mientras los otros pueblos tenían que ir en burro a buscar el agua a los pozos debidamente acondicionados, San Basilio sólo tenía que abrir la válvula y he ahí el agua. Y después fue así: lo del sabotaje a la luz lo acepté por el bien del partido, pero lo del agua no cuenten conmigo, dijo uno; ni conmigo, dijo otro, y otro… total, los moderados, teniendo el beneficio gratis, se impusieron ante los recalcitrantes y el servicio duró hasta cuando se secó la veta. Eso sí, en la historia adaptada quedó la sensación, y para las próximas generaciones, de que la comunidad nunca gozó de citado bienestar.
Y continuaron la tarea de demolición, viraron hacia la dirección donde se encontraba Pepe, quien, atribulado por las circunstancias, agarró el camino para Sabanas con su esposa y dos vástagos, entrega previa del puesto al nuevo maestro. Años después los dos se encontraron por los lados de Algarrobo y aquel, haciendo alarde de ser un gran conquistador, le contó a Pepe que a los pocos días de haber llegado ya era novio de Eugenia... “sí, aquella morena alta y muy bonita que no quiso nada contigo”.

¿Que, qué hacía Pepe por Algarrobo? ¡Cálmense!, proporciónenme un poco de sosiego para poder concatenar mejor las ideas: resulta que asesorado por su padre, o sea, mi abuelo de Sabanas, él se dedicó a la agricultura, le fue de maravillas con las cosechas de maíz y ajonjolí; sin embargo, así como el ahijado de mamá salió obtuso para las tablas de multiplicar, él salió impedido para los negocios. No daba pie con bola, todos se aprovechaban de su condición de buena gente y económicamente salían mejor librados los compradores. En ese son de regalar el producto de su sudor se fueron cuatro años y vinieron otros dos hijos, hasta que cualquier tarde se instalaron tres buses en la plaza del pueblo: “Algarrobo, Algarrobo”, gritaban sus conductores y ayudantes para atraer gente que quisiera trabajar en la recolección de algodón. Al rato se llenó la plaza. Los hombres, guardada la ropa en bolsas de manigueta, el queso y el bollo de yuca en cajas de cartón, abrazaban a sus mujeres, lloraban, besaban a sus hijos y se embarcaban prometiéndoles un regreso cargados de plata. Muchos siguieron de largo para Venezuela y jamás volvieron. Pepe sí volvió, antes de tiempo por supuesto, las manos postradas, descargado de plata. Recurrió entonces a un rico tío, quien lo recomendó en el Matadero Moderno de Barranquilla y, ¡ahí va el hombre solo para la ciudad!: guardada la ropa en bolsa de manigueta, el queso y el bollo de yuca en caja de cartón.

El primer día de trabajo en el Matadero Moderno se impresionó mucho porque apenas llegó, el supervisor le dijo; “vas para el laboratorio”. Él asimiló literalmente las palabras y tuvo ganas de decirle que nunca había tenido experiencias en laboratorio alguno, que, “por favor, búsqueme otro oficio, yo soy muy capaz en cualquier otro oficio”. No obstante se aguantó y le preguntó al primero que pasó: “¿oiga amigo, tenga la gentileza, qué se hace en el laboratorio?”. El tipo le dijo: “el laboratorio es aquella piscina llena de ‘heces vacales’, si te mandaron para allá tienes que solicitar pala, carretilla y desocuparla”. “¡Ah!, ¿es eso?, pues, manos a la obra”, dijo Pepe entusiasmado pensando que empezaba una nueva etapa para su amada familia. A las doce del medio día, el mismo compañero que le indicó cual era el oficio en el laboratorio, lo fue a buscar para informarle que el casino fiaba los almuerzos hasta el día de pago; terminaron siendo compadres en ambos sentidos y los dos se jubilaron trabajando para el Matadero. Su morada inicial en Barranquilla fue donde el tío José, y su compañero de andanzas era el primo Lucho. En la efervescencia de las cervecitas del primer sueldo nació la proposición del solar: “cógelo Pepe, construye ahí”.


PALABRAS EN EL COLUMPIO



















Habla tan rápido que su medidor de consecuencias siempre va rezagado.

El futuro de nacer y el pasado de morir; ni en primera ni en cuarta persona, fueron invitados a esta fiesta.

-Señor asesor, basado en su oceánica experiencia y según motivo, ¿qué tipo de vehículo hace juego con mi personalidad?
-¿La verdad, verdad, o lo que deseas escuchar?
-La verdad, verdad.
Siendo así… un tractor.
Óyeme, si yo no tengo finca.
Lo digo por lo de hacer juego, y conste que estoy siendo benévolo, porque una catapila no es que desentone mucho.

Detrás de ciertos no, viene un sí.

El confite era mío, la pelota era de ella. Ella miraba el confite de tal manera que me pareció le daba lamidas con sus grandes ojos marrones. De pronto empezó a rebotar la pelota contra el piso, “mírala, te la cambio”, me dijo. Mi paladar quedó frustrado cuando acepté el trueque. Yo brincaba la pelota, ella, sin dejar de mirarla, saboreaba el confite. Sentí que las palabras se habían devaluado hasta el punto de quedar sin valor al escucharle, “no la tires tan duro”, y efectivamente cuando borró todo rastro dulce de su boca me la reclamó, “esa pelota es mía, dámela… mamá”. Formó una alharaca y un cocotazo sin amor, hizo el resto. Nombre de la obra: ‘Parapléjica la bendita justicia’.

Hueco que no se aparta se lleva su llantazo.

¿Y si en el afelio, la tierra no agarra bien la curva y sigue de largo?